IMPRESION: No:13
Comenzó a llover intensamente, parecía como si el cielo se hubiese roto repentinamente;
media hora antes al abrir el taller había oteado veloz el firmamento, cautivandome su
transparencia y calma,que contrastaba con mi inquietud, por algunos problemas.
Me encontraba a la sazón inmerso en delicadas situaciones de índole diversa, que amenazaban
mi estabilidad de no solucionarlas.
La lluvia y las paz que ella trasmite, me animaban a buscarle solución a las cosas y a
encausar la ruta nuevamente.
Recordé entonces, que escondido en uno de los estantes, conservaba aún un resto de Ron, lo
busqué y me serví medio vaso, suficiente para soportar la lluvia. Luego tomé una silla la
invertí y me senté de frente a la calle a disfrutar de la lluvia y mi trago.
No había terminado de acomodarme, cuando, entre la catarata que se forma al caer el agua por
el borde de las tejas; apareció de repente un enorme y regordete perro, calado hasta los huesos.
De tierno mirar pero algo frío entró y sin preámbulo alguno se echó cerca de donde estaba ,
no sin antes girar un par de veces sobre sí mismo , enfocó su cabeza hacia la calle y se dispuso
acompañarme en la lluvia. Esta arreciaba a cada instante más, absortos los dos, cada uno con
sus propios dilemas, Yo comencé a hilvanar los míos, parecía como si la presencia del perro,
me diera claridad, hallando la respuesta adecuada y precisa.
Subitamente amainó la lluvia acabandose casi de repente, el perro se incorporó para disponerse
a salir, pero antes de hacerlo, se me acercó, y lamió una de mis manos.
Me miró en señal de despedida , dirigiéndose a la salida doblando hacia la esquina de la cuadra;
al salir y exponerse a la luz exterior noté sobre su lomo una especie de manchas blancas que
antes no había visto. Intrigado me asomé y lo seguí con la mirada hasta antes que se perdiese
al doblar la esquina, ya podía verlas mejor y bastante definidas.
Eran, sin temor a equivocarme, dos hileras en paralelo de plumas blancas como la nieve y que
en conjunto formaban un par de alas, un leve escalofrío sacudió mi cuerpo y echándome la
bendición juré jamás volver a beber ese RON
Humberto Restrepo.
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